A la mañana siguiente todo había cambiado, lo que la noche
antes fue temporal de viento y lluvia ahora era brisa fresca y soleada, lo que
parecía ser tornado viró en calma, lo que fueron golpes se trasformaron en
caricias.
Ahora todo parecía ser diferente, los insultos que emanaban de
esa boca impregnada en alcohol ahora sonaban como un mal sueño producido por
una cena pesada, ahora de esa misma boca solo emergían elogios, disculpas y
promesas, nada parecía lo de la noche anterior, pero ¿cuál era la realidad? ¿Volverían
los gritos, insultos y golpes? ¿O por el contrario el verdadero ser al que creía
amar era el amable, bondadoso y cariñoso que hoy en la mañana me envolvía en
las sedas más finas de la palabra?
No sabía bien cómo reaccionar, tal vez debiera perdonarlo y hacer como si
nada, así nos olvidaríamos y seríamos felices de nuevo, pero ¿y si volvía a
ocurrir? No, prefiero no pensar eso, no volvería a ocurrir, me pedía perdón
entre ríos de lágrimas, su desconsuelo debía de ser sincero.
Sí, creo que lo perdonaré, aunque me siento extraña, él
sigue llorándome, quiero abrazarlo pero, un momento, no me responden los
brazos, ni las piernas, quiero decirle que lo perdono, que deje de llorar, sin
embargo no puedo moverme ni hablar, ¿qué me ocurre? ¿Por qué no puedo hacer
nada? Creo que ya nada volverá a ser como antes, creo que ya es tarde, ahora no
me podrá volver a pegar, ni a pedirme perdón, creo que ya fue la última vez.
Ahora sí que descansaré en paz.