Luces y sombras, destellos de la luna y del fuego en los
rostros, cánticos del alma adornados con diamantes de estrellas. Lo observaba
todo escondido detrás de un arbusto, sentía pánico y admiración, era como un
miedo hipnotizador, los cuerpos sensuales bailaban al ritmo de los tambores,
los cantos y el resto de instrumentos que desconocía, todo estaba invadido por
un humo blanco que le daba más misterio al momento que estaba contemplando.
De repente vi unas caras conocidas, eran el mayordomo de mi
casa y la cocinera, ambos jóvenes pero muy responsables, sentí que el vello se
me erizaba, sólo pensar que me viesen y lo descubriesen ante mis padres
acentuaba el temor que sentía, sin embargo no podía moverme, estaba absorto en
todo lo que allí estaba sucediendo.
Empecé a intuir entre las sombras algo que ya me anunciaba
que debía marcharme de allí rápidamente, mis dos empleados estaban como
drogados, bailaban como zombis y sus cabezas daban giros como en espiral con
los ojos en blanco. Un anciano con la cara pintada se les acercó y comenzó a
darles cortes con un machete, cortes superficiales pero comenzaron a sangrar,
iban completamente desnudos, les iban dando cortes por el pecho, el vientre,
las piernas, los brazos, toda la parte frontal del cuerpo, ya apenas se distinguía
piel, era todo sangre, de pronto el anciano tiró el machete al suelo, sacó una
especie de instrumento, una maraca con una calavera en el extremo superior, lo
empezó a agitar rodeando los cuerpos rojos de la pareja, éstos se unieron y
comenzaron a hacer el amor en el suelo apasionadamente.
En ese instante eché a correr.
A la mañana siguiente me levanté pronto para salir al bosque
a pasear, no había podido pegar ojo pensando en lo que vi la noche anterior y
pretendía evitar encontrarme con Ernesto y Luz, sabía que no me habían podido
ver, pero me sonrojaría al recordarlos.
Me vestí rápido y bajé a la cocina para coger algo de
desayuno y llevármelo, me los encontré a ambos abrazados, sonrientes y mirando hacia
la puerta por donde yo aparecí.
Me dieron los buenos días e hicieron el resto de comentarios
propios formales. Ernesto no paraba de mirarme, parecía que lo sabían, mi cara
de todas formas parecía que les pedía a gritos que me contaran qué diablos era
lo que vi la noche anterior.
De pronto, Luz me agarró la mano y Ernesto me agarró
cariñosamente por el hombro, -Creo que tenemos que contarte algo- me dijo, me
quedé blanco, estaba entre aliviado, nervioso y avergonzado. –Lo que viste
anoche no fue otra cosa que nuestra boda, a partir de hoy somos matrimonio a
los ojos de la Pachamama-, estaba
confuso, era lo que imaginaba pero no entendía eso de la Pachamama, ¿era la
jefa de su tribu? Así que lo pregunté – La Pachamama es como Dios para ti,
nosotros creemos que en la Madre Tierra que es la que nos da la vida y a la que
volvemos cuando terminamos nuestro paso por la superficie- me parecía lógico,
-¿Y los cortes? ¿y el humo?- ya puestos quería entenderlo todo bien, - No eran
cortes reales, era pintura, simula la unión de los cuerpos en uno solo, se
encienden hogueras para protegernos de espíritus malignos que quieran
introducir males en esa unión, el sexo…pues creo que ya sabes de qué va, el
hombre que nos rodeaba era como el cura de nuestra cultura, de todas formas si
lo piensas no es un disparate tan diferente al que vosotros hacéis, castigáis
las relaciones sexuales, cuando la naturaleza nos une para procrear, os gastáis
más dinero del que os podéis permitir para que un dios que proclama la pobreza
os de la bendición y en muchas ocasiones (la mayoría) os casáis por compromisos
familiares sin importaros el amor, sinceramente creo que nuestros matrimonios
son más coherentes, aunque el momento del enlace sea más místico, pero sigue
teniendo más sentido ya que le pedimos a un ser divino que nos dé su
aprobación, pues debemos intentar acercarnos a ella.
Desde ese día me fui interesando por su cultura y creencias,
hoy día sólo creo que en la madre tierra y el padre universo que nos ayudan y
dejan que nos choquemos para aprender porque no pueden hacer más.