lunes, 6 de enero de 2014

Noche de magia, día de regalos



Cuenta la leyenda que hace miles de años, en la extremo más al sur de Europa se encontraba una pequeña aldea ignorante de las triquiñuelas de sus vecinos y poblaciones cercanas. En esta aldea todos se dedicaban a la agricultura, la ganadería o la artesanía y entre ellos se intercambiaban los excedentes por lo que iban necesitando, lo que hoy día conocemos como trueque en aquella aldea se había establecido como el sustento de la economía.
Todos los habitantes tenían algún parentesco familiar, más lejano o más cercano, pero alguno al fin y al cabo. Con tanta mezcla de familias no era extraño el retoño que nacía con alguna malformación, leve, cosas sin importancia pero notable para la época. Sin embargo hubo una pareja que se saltó los límites más allá de lo permitido concibiendo una criatura entre dos hermanos. El embarazo fue ocultado en su totalidad por miedo a rechazos y vergüenza, hasta que a los seis meses el pequeño vástago no soportó más el encorsetamiento y la presión del vientre materno y decidió salir al mundo. La familia más cercana, que sabían del espinoso asunto, no creyó que ninguno de los dos saliera con vida de aquel nuevo giro de los acontecimientos, el bebé por prematuro y la madre por no pasar de los quince años.
Sin embargo, y para sorpresa de todos, ambos sobrevivieron con una salud de hierro, el recién nacido no pasó de los setecientos gramos, la madre, que en un día estuvo recuperada por completo lo sujetaba para amamantarlo con una sola mano, era tan pequeño y tan hermoso que decidieron compartir con todo el pueblo tan increíble milagro.
Éste se había desarrollado por completo solo que a un tamaño más reducido, por lo que iba creciendo en formas pero el tamaño no se normalizaba, crecía, sí, pero a otra escala.
La mañana del quinto día del nacimiento los padres y la familia al completo salieron de la casa y se dirigieron a la plaza central donde presentaron al retoño, anunciaron que se llamaría Curro  y quiénes eran los padres. Aunque felices no dejaban de estar alertas a posibles insultos o rechazos, puesto que eran conscientes de lo intricado de la situación, por lo que suplicaron que si consideraban que algo no se había hecho adecuadamente pidieran responsabilidades a los padres y dejaran al pobre niño vivir feliz.
Cual no fue la sorpresa de estos dos jóvenes y de toda su familia cuando toda la aldea empezó a desfilar para darle la bienvenida al niño como uno más, trayéndole regalos para él y para los padres que no contaban con suficientes recursos como para mantener al primogénito en condiciones adecuadas.
A los meses el padre consiguió unas semillas especiales y sembró en su pequeño trozo de tierra para probar. De ahí surgió una especie de legumbre que producía de forma descontrolada y pudo conseguir muchos bienes para su casa y su familia, que aun seguía recibiendo ayuda de sus vecinos.
El pequeño seguía siendo como un gnomo y así lo apodaron en la aldea, siempre desde el cariño, y él lo aceptaba con alegría.
A los pocos años el niño jugaba y corría como uno más, con cuidado de que no lo pisasen, pero feliz. EL padre seguía produciendo y mantenían un nivel de vida de los más altos de la aldea por lo que un día decidieron que debían devolver tanta felicidad al pueblo que les había ayudado tanto. Se les ocurrió que en el mes más frio del año, cuando las cosechas mermaban, los animales enfermaban y todo se hacía más difícil para la vida en general, ellos prepararían regalos adecuados a las necesidades de cada uno. Pasaron semanas preparándolo todo a escondidas para que nadie les impidiese, por pudor, que realizasen esa labor que tanto sentían que tenían que hacer. Dos días antes a la madre se le ocurrió que si llegaban en pleno día iban a encontrar la resistencia de los vecinos e iba a ir corriéndose la voz hasta el último por lo que para cuando llegasen todos estarían en preaviso, entonces decidieron que entrarían por la noche en las casas y dejarían los regalos en la sala de estar.
Ya entrada la noche, salieron sigilosos y cargaron todo en un carro, comenzaron a caminar y al llegar a la primera casa surgió un problema imprevisto, la puerta estaba cerrada y no podían entrar, rápidamente el niño sugirió que entraría él, ya que sentía que al ser él el mayor agradecido era de justicia que al menos colocase él los regalos. Por supuesto con su tamaño no tuvo ningún problema en encontrar entrada en todas las casas.
A la mañana siguiente todo el pueblo estalló en vítores, todos estaban sorprendidos y llenos de curiosidad por saber el origen y motivo de aquellos presentes. La familia de Curro no había pensado en ello, claro si colocaron a escondidas los regalos no sabrían que eran suyos, sin embargo eso les gustó aun más, disfrutaron de la alegría del pueblo sin la incomodidad de los agradecimientos ya que solo buscaban la felicidad de sus vecinos.
Instauraron que año tras año la noche del cinco de enero entraría Curro “El Gnomo” en las casas de todos los vecinos que se portaron tan bien con ellos y les regalarían lo que más necesitasen. Con el tiempo fueron ampliándolo a todo el que se mereciese un regalo ya que con la edad de Curro algunos nuevos vecinos no habían tenido tiempo de participar en aquel despliegue de generosidad, altruismo y amor.
Setenta años después, aunque Curro siguió con la tradición al morir sus progenitores, el ya anciano Curro “El Gnomo” falleció de muerte natural tres días antes de la noche mágica. Cuando los vecinos entraron en la casa para llevarlo al mortuorio y velarlo encontraron ya preparados los regalos de todos ellos por lo que descubrieron quienes habían estado dejándoles esos regalos durante tantos años. Todo el pueblo quedó consternado por la muerte del querido vecino y por no haber podido agradecerle en vida tanta generosidad.
El Jefe de la aldea, ante tanta tristeza y desconsuelo, decidió que un grupo se encargaría de terminar la tarea que esta familia había estado desempeñando durante tantos años y que éste no se había podido completar.
En adelante se mantuvo la tradición de regalarse cosas entre todos para así honrar y recordar a la familia del Gnomo y así hasta nuestros días la mañana del seis de enero en todo el mundo se despiertan con regalos sorpresa en las salas de estar.
Nota del autor: Esta versión es tan creíble como la de Papá Noel o los Reyes Magos y sinceramente me parece más bonita.