Se acababa de despertar y no quería abrir los ojos,
escuchaba el fuerte viento quebrando las ramas de árboles ancianos, los
pajarillos en silencio aguardaban el fin del temporal, no se le antojaba el
comenzar un nuevo día.
Se oyeron los primeros llantos, la obligación le llama y
debía levantarse para dar de comer a su manada, tiene cinco criaturas, cinco
maravillosos hijos de los que estaba seguro que se sentiría orgulloso, ya lo
sentía y aun apenas dan unos pocos pasos solos.
Miró a la madre que comenzaba el día intentando
darles un pequeño baño para evitar que enfermaran.
La noche anterior habían conseguido algo de comer, no sin
esfuerzo, y estaban contentos y relajados, dentro de un rato les apremiarían para
que hubiese algo más que echarse al estómago, esos pequeños vástagos no darían
mucha tregua.
Se asomó al exterior, dejando atrás su confortable
madriguera, a sabiendas del peligro que aquello desentrañaba y sin la seguridad de que ese riesgo compensase.
De hace un tiempo acá cada vez era más difícil encontrar
algo para poder alimentarse, todo nuestro hogar lo iban delimitando con
carreteras, verjas y pequeños núcleos de población humana. No era justo,
acababan con todo el alimento sin pensar en los demás, son unos egoístas.
Apenas quedaban ciervos en la región, ni te digo ya jabalíes. Los conejos en su
mayor parte enferman pronto y, sinceramente, se nos acaban las opciones.
Yo recuerdo cuando era sólo un cachorro que mi abuelo no
permitía que nadie de la manada se acercase a los rebaños, debíamos convivir
con los pastores, y con sus mastines. Era ley, alguno se la saltaba de vez en
cuando, pero el pastor siempre estaba alerta y su fiel guardián más. Por lo que
era claramente inviable.
Hoy día los rebaños pastan solos, apenas con un par de
perros, pero fáciles de amedrentar. Nos vemos obligados a proveernos de ellos
para subsistir, y créanme que lo haremos y seguiremos haciéndolo, ya que ellos
nos han quitado nuestro modo de vida.
Somos los últimos grandes depredadores de esta región y creo
que por poco tiempo, siguen permitiendo que nos asesinen y nos cuelguen cual
trofeo en salones y entradas de las casas de aquellos que disfrutan destrozando
todo orden natural.
Hoy saldré a jugarme la vida, tal vez acabe relleno de un
cutre cartón y embalsamado en alguna peña o tal vez tenga suerte y consiga una
buena pieza para alimentar a mi familia. Sólo cazaré lo necesario para hoy,
mañana saldré de nuevo y volveré a arriesgarme por mi supervivencia y la de mi
manada.
Soy un lobo ibérico, encantado de saludarles, tal vez no
pueda hacerlo otro día.