jueves, 28 de noviembre de 2013

Cuéntame algo bonito

¿Cómo me cuentas este cuento de vidas inacabadas? ¿por qué me cuentas esta historia de jóvenes desamparados?
Cuéntame la historia de un amor eterno y duradero, no me cuentes penas de ilusiones destrozadas, olvídate de la vida triste y desolada, de penas y de llantos, de desgracia y sufrimiento.
 Quiero que me cuentes un cuento, uno sólo, bien bonito. Quiero que me cuentes que el día amaneció despejado, que el sol reluce como en primavera, quiero que me digas que los jóvenes enamorados pasean de la mano por los parques, que las parejas están juntas eternamente, quiero me cuentes que la vida se antepone a la muerte, la felicidad al sufrimiento, quiero que me cuentes que se acabaron las guerras, que no hay países enmarcados en otros mundos, no me cuentes que un solo niño pasa hambre y que todos sonríen y tienen ilusiones, cuéntame que el mundo aprendió a convivir en armonía, que nadie dañó a nadie y que todos nos queremos.
Adórname la vida, cuéntame que los políticos trabajan por el pueblo y para el pueblo, dime que son seres admirables por su altruismo y vocación. Dime que las religiones no discriminan a nadie, que todos somos hijos de los mismos padres.

Cuéntame algo bonito, sino mejor no abras la boca. 

sábado, 16 de noviembre de 2013

Qué pena (posible continuación de Manué IV de Extremoduro)

Qué pena que nadie nos fusile al alba. Qué pena que ya no entren en nuestras casas armados y uniformados y, en nombre de la patria, destrocen, roben y avasallen todo lo que encuentren como al paso de Atila, qué pena.
Qué pena que ya no podamos compartir prisión con cientos o miles de buenas personas como nosotros, defensores de  la democracia o, simplemente, personas tranquilas sin ningún interés ni conocimiento del tema, qué pena.
Qué pena que nadie nos deje al amparo de su dios misericordioso y vengativo sin un alimento que echarnos a la boca o medicamentos para soportar todas las enfermedades que allí cogiéramos, mientras sigan sin decirnos por qué estamos allí, qué pena.
Qué pena que nadie entre una madrugada en el rincón donde nos tumbásemos y nos ensarten con un fusil mientras nos dirijan a un patio con otros tantos compañeros temblando y llorando, nos mirásemos desconsolados o claváramos los ojos en los pies que nos dirigen al muro de la prisión, qué pena.
Qué pena que nadie nos fusile al alba.
Ahora, los mismos que antes nos mandaban al "paredón" por el único motivo de estorbarles, nos ahogan desde sus despachos, nos obligan al exilio, nos hacen separarnos de nuestras familias, todo más diplomático, sin dejar pruebas, amparados ante la ley, las leyes redactadas por ellos mismos. 
La época del paredón y las cunetas fue más rápida, ésta la llevan planeando durante años.
Nos despojan de nuestros bienes, como entonces.
Nos reprimen las ideas, como entonces.
Nos coartan las libertades, como entonces.
Sólo cambian las formas y los tiempos, cambia el cómo pero no el porqué.

Qué pena que nadie nos fusile al alba.

miércoles, 6 de noviembre de 2013

Érase una vez un nuevo día

Érase una vez un nuevo día, érase una vez una mañana de fragancia enrarecida, de perfil de contrabando, de distancias callejeras, érase una vez un nuevo retrato.
En el fragor de la batalla, en la constante lucha y el itinerante consuelo, un remanso de paz cruza la esquina, se sienta a nuestro lado y nos hace conscientes del revuelo que provoca el rebufo de una sociedad inerte, sin fin y sin sentido.
Nos obliga a sentarnos, a contemplar, a descansar y a tomar buena nota de los errores cometidos, frutos de la ignorancia y de las malas enseñanzas.
Frenamos aquí, bajamos de la trepidante espiral de nuestra vida que nos empuja como un tornado creado por nosotros mismos y del cual perdimos hace años el control, bajamos del toro desbocado justo a tiempo de estrellarnos, antes del estruendo final anticipado, antes del temido naufragio.

Sabía que no me fallarías, sabía que en dos, tres o cuatro días tu bella cara y alegría crecería en intensidad y que después de la parada, del mirar desconsolada y de otra oportunidad, tu luz volvería a brillar.