Cuenta la leyenda que hace miles de años, en la extremo más
al sur de Europa se encontraba una pequeña aldea ignorante de las triquiñuelas
de sus vecinos y poblaciones cercanas. En esta aldea todos se dedicaban a la
agricultura, la ganadería o la artesanía y entre ellos se intercambiaban los
excedentes por lo que iban necesitando, lo que hoy día conocemos como trueque
en aquella aldea se había establecido como el sustento de la economía.
Todos los habitantes tenían algún parentesco familiar, más
lejano o más cercano, pero alguno al fin y al cabo. Con tanta mezcla de
familias no era extraño el retoño que nacía con alguna malformación, leve,
cosas sin importancia pero notable para la época. Sin embargo hubo una pareja
que se saltó los límites más allá de lo permitido concibiendo una criatura
entre dos hermanos. El embarazo fue ocultado en su totalidad por miedo a
rechazos y vergüenza, hasta que a los seis meses el pequeño vástago no soportó
más el encorsetamiento y la presión del vientre materno y decidió salir al
mundo. La familia más cercana, que sabían del espinoso asunto, no creyó que
ninguno de los dos saliera con vida de aquel nuevo giro de los acontecimientos,
el bebé por prematuro y la madre por no pasar de los quince años.
Sin embargo, y para sorpresa de todos, ambos sobrevivieron
con una salud de hierro, el recién nacido no pasó de los setecientos gramos, la
madre, que en un día estuvo recuperada por completo lo sujetaba para
amamantarlo con una sola mano, era tan pequeño y tan hermoso que decidieron
compartir con todo el pueblo tan increíble milagro.
Éste se había desarrollado por completo solo que a un tamaño
más reducido, por lo que iba creciendo en formas pero el tamaño no se
normalizaba, crecía, sí, pero a otra escala.
La mañana del quinto día del nacimiento los padres y la
familia al completo salieron de la casa y se dirigieron a la plaza central
donde presentaron al retoño, anunciaron que se llamaría Curro y quiénes eran los padres. Aunque felices no
dejaban de estar alertas a posibles insultos o rechazos, puesto que eran
conscientes de lo intricado de la situación, por lo que suplicaron que si
consideraban que algo no se había hecho adecuadamente pidieran
responsabilidades a los padres y dejaran al pobre niño vivir feliz.
Cual no fue la sorpresa de estos dos jóvenes y de toda su
familia cuando toda la aldea empezó a desfilar para darle la bienvenida al niño
como uno más, trayéndole regalos para él y para los padres que no contaban con
suficientes recursos como para mantener al primogénito en condiciones
adecuadas.
A los meses el padre consiguió unas semillas especiales y
sembró en su pequeño trozo de tierra para probar. De ahí surgió una especie de
legumbre que producía de forma descontrolada y pudo conseguir muchos bienes
para su casa y su familia, que aun seguía recibiendo ayuda de sus vecinos.
El pequeño seguía siendo como un gnomo y así lo apodaron en
la aldea, siempre desde el cariño, y él lo aceptaba con alegría.
A los pocos años el niño jugaba y corría como uno más, con
cuidado de que no lo pisasen, pero feliz. EL padre seguía produciendo y
mantenían un nivel de vida de los más altos de la aldea por lo que un día
decidieron que debían devolver tanta felicidad al pueblo que les había ayudado
tanto. Se les ocurrió que en el mes más frio del año, cuando las cosechas
mermaban, los animales enfermaban y todo se hacía más difícil para la vida en
general, ellos prepararían regalos adecuados a las necesidades de cada uno.
Pasaron semanas preparándolo todo a escondidas para que nadie les impidiese,
por pudor, que realizasen esa labor que tanto sentían que tenían que hacer. Dos
días antes a la madre se le ocurrió que si llegaban en pleno día iban a
encontrar la resistencia de los vecinos e iba a ir corriéndose la voz hasta el último
por lo que para cuando llegasen todos estarían en preaviso, entonces decidieron
que entrarían por la noche en las casas y dejarían los regalos en la sala de
estar.
Ya entrada la noche, salieron sigilosos y cargaron todo en
un carro, comenzaron a caminar y al llegar a la primera casa surgió un problema
imprevisto, la puerta estaba cerrada y no podían entrar, rápidamente el niño
sugirió que entraría él, ya que sentía que al ser él el mayor agradecido era de
justicia que al menos colocase él los regalos. Por supuesto con su tamaño no
tuvo ningún problema en encontrar entrada en todas las casas.
A la mañana siguiente todo el pueblo estalló en vítores,
todos estaban sorprendidos y llenos de curiosidad por saber el origen y motivo
de aquellos presentes. La familia de Curro no había pensado en ello, claro si
colocaron a escondidas los regalos no sabrían que eran suyos, sin embargo eso
les gustó aun más, disfrutaron de la alegría del pueblo sin la incomodidad de
los agradecimientos ya que solo buscaban la felicidad de sus vecinos.
Instauraron que año tras año la noche del cinco de enero
entraría Curro “El Gnomo” en las casas de todos los vecinos que se portaron tan
bien con ellos y les regalarían lo que más necesitasen. Con el tiempo fueron
ampliándolo a todo el que se mereciese un regalo ya que con la edad de Curro
algunos nuevos vecinos no habían tenido tiempo de participar en aquel
despliegue de generosidad, altruismo y amor.
Setenta años después, aunque Curro siguió con la tradición
al morir sus progenitores, el ya anciano Curro “El Gnomo” falleció de muerte
natural tres días antes de la noche mágica. Cuando los vecinos entraron en la
casa para llevarlo al mortuorio y velarlo encontraron ya preparados los regalos
de todos ellos por lo que descubrieron quienes habían estado dejándoles esos
regalos durante tantos años. Todo el pueblo quedó consternado por la muerte del
querido vecino y por no haber podido agradecerle en vida tanta generosidad.
El Jefe de la aldea, ante tanta tristeza y desconsuelo,
decidió que un grupo se encargaría de terminar la tarea que esta familia había
estado desempeñando durante tantos años y que éste no se había podido
completar.
En adelante se mantuvo la tradición de regalarse cosas entre
todos para así honrar y recordar a la familia del Gnomo y así hasta nuestros
días la mañana del seis de enero en todo el mundo se despiertan con regalos
sorpresa en las salas de estar.
Nota del autor: Esta versión es tan creíble como la de Papá
Noel o los Reyes Magos y sinceramente me parece más bonita.