martes, 3 de septiembre de 2013

El cuento del pastor y el lobo, sólo que el pastor ya va poco.

Se acababa de despertar y no quería abrir los ojos, escuchaba el fuerte viento quebrando las ramas de árboles ancianos, los pajarillos en silencio aguardaban el fin del temporal, no se le antojaba el comenzar un nuevo día.
Se oyeron los primeros llantos, la obligación le llama y debía levantarse para dar de comer a su manada, tiene cinco criaturas, cinco maravillosos hijos de los que estaba seguro que se sentiría orgulloso, ya lo sentía y aun apenas dan unos pocos pasos solos.
Miró a la madre que comenzaba el día intentando darles un pequeño baño para evitar que enfermaran.
La noche anterior habían conseguido algo de comer, no sin esfuerzo, y estaban contentos y relajados, dentro de un rato les apremiarían para que hubiese algo más que echarse al estómago, esos pequeños vástagos no darían mucha tregua.
Se asomó al exterior, dejando atrás su confortable madriguera, a sabiendas del peligro que aquello desentrañaba y sin la seguridad de que ese riesgo compensase.
De hace un tiempo acá cada vez era más difícil encontrar algo para poder alimentarse, todo nuestro hogar lo iban delimitando con carreteras, verjas y pequeños núcleos de población humana. No era justo, acababan con todo el alimento sin pensar en los demás, son unos egoístas. Apenas quedaban ciervos en la región, ni te digo ya jabalíes. Los conejos en su mayor parte enferman pronto y, sinceramente, se nos acaban las opciones.
Yo recuerdo cuando era sólo un cachorro que mi abuelo no permitía que nadie de la manada se acercase a los rebaños, debíamos convivir con los pastores, y con sus mastines. Era ley, alguno se la saltaba de vez en cuando, pero el pastor siempre estaba alerta y su fiel guardián más. Por lo que era claramente inviable.
Hoy día los rebaños pastan solos, apenas con un par de perros, pero fáciles de amedrentar. Nos vemos obligados a proveernos de ellos para subsistir, y créanme que lo haremos y seguiremos haciéndolo, ya que ellos nos han quitado nuestro modo de vida.
Somos los últimos grandes depredadores de esta región y creo que por poco tiempo, siguen permitiendo que nos asesinen y nos cuelguen cual trofeo en salones y entradas de las casas de aquellos que disfrutan destrozando todo orden natural.
Hoy saldré a jugarme la vida, tal vez acabe relleno de un cutre cartón y embalsamado en alguna peña o tal vez tenga suerte y consiga una buena pieza para alimentar a mi familia. Sólo cazaré lo necesario para hoy, mañana saldré de nuevo y volveré a arriesgarme por mi supervivencia y la de mi manada.

Soy un lobo ibérico, encantado de saludarles, tal vez no pueda hacerlo otro día.

No hay comentarios:

Publicar un comentario