Escuchaba cualquier canción francesa de los 50, disfrutando
de un paisaje idílico de película de Woody Allen, esperando a la mujer perfecta
que viniese a tomar café mientras planeábamos nuestras vacaciones, salimos del
bar, montamos en nuestro Mini de alta gama y nos dirigimos a nuestra casa en
un barrio residencial acomodado de París.
Escuchaba a Pericón por malagueñas disfrutando de un paseo
por el Campo del Sur, estampa propia de cualquier película de Saura, saludando
a mi morena gaditana mientras seguimos ese precioso paseo, no planeamos nada,
disfrutamos del momento, conversamos lo vivido, se habla del mañana o de
carnavales, más lejos no se llega. Nos montamos en mi motillo y la dejo en su
casa, nos despedimos con un beso y sigo para la mía, ambos pisos es barrios humildes.
La felicidad está mal enfocada desde los objetivos de Hollywood,
crean expectativas equivocadas en las tiernas mentes que las contemplan como instrucciones
para sus propias vidas.
La diferencia entre Cádiz y el resto del mundo es obvia,
todos lo ven menos nosotros, la felicidad está en las pequeñas cosas, que es lo
único que aquí nos sobra.
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