Cante jondo, tonás, tangos y mirabrás, seguirillas,
malagueñas y soleás, alegrías, tanguillos y bulerías, fandangos, tientos y granainas.
Nace en un patio con olor a puchero, se palmea y jalea con
sus primeros pasos, se rompen las gargantas con los primeros compases de la
guitarra, el grajeo de sus dedos contra las cuerdas suena a tambores de guerra,
despierta a los difuntos y los hacen bailar, se unen los dos mundos en algo más
allá de lo mortal y lo divino, nada de iglesias ni rezos.
Se hace mayor entre soleás y bulerías, llega a adulto por
alegrías y van ocupando más su tiempo las malagueñas, en su camino hay lugar
para fandangos y tientos, ya menos los tanguillos y bulerías.
Envejece por colombianas y se despide de este mundo con un
fin de fiesta.
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