Y al volver me miraste cara a cara, como una lechuza en la
noche, como una liebre descarada. Me miraste y me dijiste que siempre me habías
querido, que el tiempo no cambió nada, que si en otro tiempo todo hubiera
surgido, si la gente, si los vientos, si tú y yo, sólo eso. Si el miedo no
hubiese impedido que el amor allí latente en fuego acabase convertido, ahora no
lamentaríamos el tiempo ya perdido, el tiempo se marchó, la vida ya se nos ha
ido. Volvió a girar su cabeza y siguió rumbo al río. Mi amor se fue para
siempre entre los juncos marchitos.
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