domingo, 2 de junio de 2013
Corrí
Corrí. A la mañana siguiente, cuando me desperté a su lado, corrí, me levanté
sigiloso, recogí mi ropa mientras ella, con su dulce cara angelical,
permanecía ignorante a todo cuanto sucedía a su alrededor. Corrí para no
volver a amarla, corrí como el que huye de la guerra, como animal que
se siente perseguido, como víctima que huele a su verdugo. Mientras me
vestía a toda prisa no podía dejar de contemplar
su bello rostro, esa placidez que deseaba encontrar cada mañana al
despertar. No quería amarla, pero lo deseaba profundamente. El miedo a
volver a sufrir bloqueaba todos los deseos de sentir amor. El solo
imaginar poder perderla me hacía no querer poseerla ni un instante.
Corrí, me dirigí hacia la puerta y volví un instante la cara para
retener la imagen que estaba a punto de rechazar para siempre, no
entiendo por qué lo hice si lo que quería, lo que necesitaba y lo que
había elegido era borrarla de mi vida, pues lo hice, miré por unos
segundos la vida que estaba dejando atrás con la persona con la cual,
quizás, permaneciese el resto de mi vida, o tal vez memoricé la cara de
aquella que me destrozaría el alma. En cualquier caso siempre hubiera
sido mejor sufrir y amar o amar y sufrir a no sentir nada y morir sin
vivir.
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