domingo, 2 de junio de 2013

Manifiesto Vivos

Una bella mañana de invierno, el frio hacía sentirnos como grapados a las sábanas queriéndonos evitar el mal trago de salir de la cama. Ese día nos levantamos un poco con desgana pero con la conciencia del que se sabe caminante en amplio trecho, de un brinco nos ponemos en pie y, para animar el clima frio y húmedo, enchufamos, todo lo fuerte posible dadas las horas intempestivas, el equipo de música en el que comienza a sonar cualquier músico que nos anima. Y comenzamos el día con una sonrisa y fuerzas renovadas.
Nos duchamos y vamos a elegir la ropa que luciremos ese maravilloso día (es un día cualquiera pero seguro que será maravilloso). Serán unos vaqueros con una costura diferente, una camiseta con un diseño provocador o un traje de una tela innombrable, cualquier cosa nos hará sentirnos la persona más bella de la tierra en esa mañana.
Una vez arreglados, bien peinados y oliendo a flores, nos dirigimos a la cocina y mientras nos preparamos el desayuno vamos regocijándonos en los placeres que el primer bocado del día nos deleita, un aceite de un gusto exquisito, un pan amasado con amor, un café con un aroma que despierta a los dioses o un zumo de las naranjas mejor cultivadas que se puedan exprimir.
Con todo ello comenzamos el día trabajando con una energía pura.
Al llegar el medio día un amigo nos invita a comer a un restaurante, qué placer ese abanico de posibilidades a la hora de elegir nuestro almuerzo, esos platos con presentaciones apetecibles, olores suculentos y sabores de otro mundo, esos platos que intentaremos imitar en casa con más o menos acierto.
Volvemos al trabajo cual borrego al redil, con las ganas propias de cualquiera de nosotros a la hora de cumplir con las obligaciones a la hora de la siesta.
A media tarde nos surge un desenlace maravilloso para la dura jornada, una obra de teatro de cualquier compañía local interpretando sin duda algún maravilloso clásico, desconectaremos, no llevarán a otra época, nos harán sentir el Quijote, Hamlet o la mismísima Bernarda Alba, por un rato nos meteremos en el papel del que más nos guste y nos hará creer que somos ellos, harán algo mágico sin duda.
Al salir ya nos dirigiremos a casa divagando por el camino con los amigos sobre la obra, nuestros sueños, nos pararemos a contemplar cualquier dibujo en una pared, cualquier cartel de publicidad, cualquier edificio suntuoso.
Cuando llegamos a casa con la euforia de lo acontecido y aun sabiendo que al día siguiente toca madrugar nos echamos relajados al sofá y disfrutamos de un rato de nuestro libro de cabecera o de algún otro que tengamos a medio leer, listo para introducirnos en el mundo de Morfeo.
Con este pequeño cuento podemos reflejar como las disciplinas artísticas nos envuelven cada día sin siquiera darnos cuenta. Es tanta la necesidad y la utilidad que hacemos de ella que no somos ni conscientes. Pues con este acto hemos querido hacer ver la importancia de todos y cada uno de los que nos han querido acompañar hoy. El valor real y no el añadido que tiene la cultura para nuestro día a día, es algo tan importante que no se debería poder ningunear por vaciadores de cerebro en nómina.

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