Una bella mañana de invierno, el frio hacía sentirnos como grapados a
las sábanas queriéndonos evitar el mal trago de salir de la cama. Ese
día nos levantamos un poco con desgana pero con la conciencia del que se
sabe caminante en amplio trecho, de un brinco nos ponemos en pie y,
para animar el clima frio y húmedo, enchufamos, todo lo fuerte posible
dadas las horas intempestivas, el equipo de música en el que comienza a
sonar cualquier músico que nos anima. Y comenzamos el día con una
sonrisa y fuerzas renovadas.
Nos duchamos y vamos a elegir la ropa
que luciremos ese maravilloso día (es un día cualquiera pero seguro que
será maravilloso). Serán unos vaqueros con una costura diferente, una
camiseta con un diseño provocador o un traje de una tela innombrable,
cualquier cosa nos hará sentirnos la persona más bella de la tierra en
esa mañana.
Una vez arreglados, bien peinados y oliendo a flores, nos
dirigimos a la cocina y mientras nos preparamos el desayuno vamos
regocijándonos en los placeres que el primer bocado del día nos deleita,
un aceite de un gusto exquisito, un pan amasado con amor, un café con
un aroma que despierta a los dioses o un zumo de las naranjas mejor
cultivadas que se puedan exprimir.
Con todo ello comenzamos el día trabajando con una energía pura.
Al
llegar el medio día un amigo nos invita a comer a un restaurante, qué
placer ese abanico de posibilidades a la hora de elegir nuestro
almuerzo, esos platos con presentaciones apetecibles, olores suculentos y
sabores de otro mundo, esos platos que intentaremos imitar en casa con
más o menos acierto.
Volvemos al trabajo cual borrego al redil, con
las ganas propias de cualquiera de nosotros a la hora de cumplir con las
obligaciones a la hora de la siesta.
A media tarde nos surge un
desenlace maravilloso para la dura jornada, una obra de teatro de
cualquier compañía local interpretando sin duda algún maravilloso
clásico, desconectaremos, no llevarán a otra época, nos harán sentir el
Quijote, Hamlet o la mismísima Bernarda Alba, por un rato nos meteremos
en el papel del que más nos guste y nos hará creer que somos ellos,
harán algo mágico sin duda.
Al salir ya nos dirigiremos a casa
divagando por el camino con los amigos sobre la obra, nuestros sueños,
nos pararemos a contemplar cualquier dibujo en una pared, cualquier
cartel de publicidad, cualquier edificio suntuoso.
Cuando llegamos a
casa con la euforia de lo acontecido y aun sabiendo que al día siguiente
toca madrugar nos echamos relajados al sofá y disfrutamos de un rato de
nuestro libro de cabecera o de algún otro que tengamos a medio leer,
listo para introducirnos en el mundo de Morfeo.
Con este pequeño
cuento podemos reflejar como las disciplinas artísticas nos envuelven
cada día sin siquiera darnos cuenta. Es tanta la necesidad y la utilidad
que hacemos de ella que no somos ni conscientes. Pues con este acto
hemos querido hacer ver la importancia de todos y cada uno de los que
nos han querido acompañar hoy. El valor real y no el añadido que tiene
la cultura para nuestro día a día, es algo tan importante que no se
debería poder ningunear por vaciadores de cerebro en nómina.
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