Apareció
sudando bajo el umbral de la puerta, el brillo en su frente y la
palidez de su rostro no presagiaban nada bueno, se tomó un instante
antes de hablar, necesitaba recuperar el aliento para decir eso tan
importante que le había hecho correr durante kilómetros. Ella se asustó,
dio un respingo, se giró y soltó todo lo que tenía en las manos. Por un
instante se le pasaron por la cabeza los peores
presagios que su mente era capaz de alcanzar, inclinó ligeramente la
cabeza hacia adelante como incitándolo a que hablara, él se tomo su
tiempo y cuando hubo recuperado el pulso la miró sonriente y le dijo –Se
me olvidó decirte algo- Ella aun asustada gritó – ¡Qué!- Y él le dijo
mientras se acercaba rápido hacía ella - Te quiero.
No importa la
distancia o el tiempo, nunca dejéis de decir esas dos palabras si las
sentís, nunca sobran los “te quiero”, nunca sobra el amor, siempre
faltan los besos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario