martes, 4 de junio de 2013

Primavera

La mañana amaneció lenta, las nubes parecían adormiladas, el viento no conseguía soplar. La desgana junto con el decrépito cantar de los pájaros enfermos, presagiaban algo oscuro en el despertar del día. Una hoja caída por el mandamiento del gris otoño arrancó la primera balada de una sinfonía que comenzaba. El director salía a escena, los músicos tomaban posesión, sin embargo el público se encontraba aun absorto en conversaciones sin fondo a las puertas de algo fuera de toda expectativa. Comienza la función y el estruendo de las primeras notas acaparan la atención dormida de los asistentes, todos corren a sus asientos para contemplar atónitos e incrédulos la obra que estaban teniendo el placer de sentir. Trombones, saxos, violines, tambores, piano y violonchelo. Todo un compendio de maravillas sonoras que hacen las delicias de todos los asistentes. No parece llegar la calma, el allegro se aviva y coronan los tambores unas notas coloridas. La sinfonía cambia de rumbo pasando a una tonalidad más baja, es el momento de los violines y flautas, los tambores pasan al descanso y el piano arranca un solo que hiela la sangre del más ardiente. Se intuye el final de esta sonata con el calor de sus notas, el crescendo de la melodía y la alegría de los oyentes. Por fin llegó la primavera y la orquesta nos deleita con la alegría correspondiente.

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